martes, 18 de septiembre de 2012

CANCION PIN PON


LOS PATOS DEL LAGO


 
Como todos los días en el lago de aquel pequeño lugar llamado Ranguren, los patos que habitaban en él, se despertaban con los primeros rayos del sol incidiciendo en el lago y dando color a toda la preciosa vegetación que allí se encontraba.
 
Dory, que así se llamaba la patita más fuerte del lago, ayudaba a los demás patitos y sobre todo a sus crías a conseguir sus alimentos. La vida en aquel lago era un remanso de tranquilidad.
Sin embargo, algo inesperado pasó… Desde que el lago había sido construido, el encargado de limpiarlo era Esteban, un trabajador del pueblo, que respetaba perfectamente a los patos y a toda la vegetación que les rodeaba. Pero Esteban, ya no estaba y otro hombre, Horacio, era ahora el encargado.

Horacio, más que pensar en los patos pensaba en dejar el lago lo más bonito posible, para que todos los habitantes de Ranguren quedaran sorprendidos.

Cuento los patos del lago

Un buen día cuando los primeros rayos de sol empezaban a salir, Horacio llegó al lago cargado con una especie de carretilla, en la que llevaba un extraño objeto. Dory la patita, que ya estaba despierta buscando comida para sus crias, fue sigilosamente acercándose al lugar donde se encontraba Horacio y la carretilla, sin poder reconocer aquel objeto.
Horacio, después de unas horas de trabajo ya había terminado su obra de arte. Justo en el centro del lago colocó una fuente, con una especie de tubos distribuidos por toda ella, que Dory no conseguía adivinar para que servían.

De repente, empezó a sonar un ruido ensordecedor y a salir gran cantidad de agua de aquella fuente. Dory, asustada, rápidamente reunió a todos los patitos fuera del lago.
Todos los patitos estaban asustados y enloquecidos, al ver como aquel remanso de tranquilidad se había visto alterado, en un momento, por la colocación de esa fuente.
Los patos no estaban tan contentos ni jugaban como antes en el agua, ahora sólo se metían al lago para beber y lavarse. Este comportamiento era inusual, y Horacio se dio cuenta de que algo extraño les estaba pasando a los patos del lago. Por lo que un día, justo antes de irse del lago, desconectó la fuente para probar si era ésta la que alteró el comportamiento de los patos.
Al día siguiente, cuando Horacio volvió al lago, como todos los días, no podía creer lo que sus ojos estaban viendo… Los patos estaban jugando sin parar dentro del agua, como nunca lo habían hecho. Entonces, Horacio comprendió en ese preciso momento, que los patos, al igual que las personas, necesitan tener tranquilidad y un entorno familiar y confortable en el que vivir. La fuente podía ser muy bonita, pero lo importante de aquel lago, eran los patos que vivían allí.

EL PEQUEÑO JARDIN JUNTO A LA ESCALERA


La escuela de Elena era un lugar especial. Todos disfrutaban aprendiendo y jugando con Elisa, su encantadora maestra. Pero un día la señorita Elisa se puso muy enferma, y Elena fue a verla con sus papás al hospital. Era un edificio triste y gris, y Elena encontró a su maestra igual de triste. Pensó que podría alegrarla con unas flores, pero no tenía dinero para comprarlas.
Entonces Elena recordó lo que habían aprendido sobre las plantas, y buscó un trocito de tierra. Lo encontró en la escuela, junto a la escalera, en la esquina donde solían buscar escarabajos. Y allí removió la tierra y la preparó. Luego su mamá le entregó unas semillas, y Elena las plantó en unos hoyos que había hecho. Después volvió a tapar las semillas, y regó la tierra con agua.
El resto fue esperar. Sabía que solo tenía que ser paciente, y seguir regando las semillas cada día al entrar y salir de la escuela.
Semanas después empezaron a salir de la tierra unas plantitas verdes. Al principio eran enanas, pero luego crecieron hasta hacerse enormes. De ellas nacieron muchas flores, y cada día Elena escogía una para llevársela a su maestra enferma.
Las flores llevaron esperanza y alegría a la señorita Elisa. Esta se recuperó de su enfermedad y pudo volver a la escuela. Allí encontró, junto a la escalera, el pequeño jardín que había plantado Elena. Le gustó tanto, que desde entonces cuidaron juntas el jardín. Y cada vez que faltaba un niño a la escuela por estar enfermo, tomaban una flor para llevársela y alegrarle el día.

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EL BARRIO DE LOS ARTISTAS

 UN CUENTO SOBRE OPTIMISMO Y ACTITUD POSITIVA
 
 
 
 
 
 
Miki era un chico alegre, optimista y simpático. Nadie recordaba haberle visto enfadar, y daba igual lo que le dijeran, parecía incapaz de insultar a nadie. Hasta sus maestros se admiraban de su buena disposición para todo, y era tan extraño que incluso se corrió el rumor de que era debido a un secreto especial; y bastó que fuera secreto para que nadie pensara en otra cosa. Tanto preguntaban al pobre Miki, que una tarde invitó a merendar a don José Antonio, su profesor favorito. Al terminar, le animó a ver su habitación, y al abrir la puerta, el maestro quedó como paralizado, al tiempo que una gran sonrisa se dibujaba en su rostro.
¡La enorme pared del fondo era un único collage de miles de colores y formas que inundaba toda la habitación!. Era el decorado más bonito que había visto nunca.
- Algunos en el cole creen que yo nunca pienso mal de nadie -comenzó a explicar Miki-, ni que nada me molesta o que nunca quiera insultar a nadie, pero es mentira. A mí me pasa como a todo el mundo. Y antes me enfadaba mucho más que ningún niño. Sin embargo, hace años con ayuda de mis padres comencé un pequeño collage especial: en él podía utilizar todo tipo de materiales y colores, siempre que con cada pequeña pieza pudiera añadir algún mal pensamiento o acción que hubiera sabido contener.
Era verdad. El maestro se acerdó y en cada una de las pequeñas piezas se podía leer en letras finísimas "tonto", "bruto", "pesado", "aburrido" y otras mil cosas negativas.
- Así que comencé a convertir todos mis malos momentos en una oportunidad de ampliar mi collage. Ahora estoy tan entusiasmado con él, que cada vez que alguien me provoca un enfado no dejo de alegrarme por tener una nueva pieza para mi dibujo.
De muchas cosas más hablaron aquel día, pero lo que el buen maestro no olvidó nunca fue cómo un simple niño le había mostrado que el secreto de un carácter alegre y optimista está en convertir los malos momentos en una oportunidad de sonreir. Sin decírselo a nadie, aquel mismo día comenzó su propio collage, y tanto recomendó aquel secreto a sus alumnos, que años después llamaron a aquel barrio de la ciudad, "El barrio de los artistas" porque cada casa contenía las magníficas obras de arte de aquellos niños optimistas.

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